Prólogo de la novela
“Y Atrás vienen los otros”
Un árabe, una japonesa, un venezolano, una brasileña, una mexicana… frente a ellos, en la escuela de idiomas está ella, una mujer que se ha desplazado a Estados Unidos huyendo de la violencia. Es su turno de presentarse: My name is Ángela. I am from Bogotá, Colombia. I am single. I am journalist. La narradora prosigue: “Una especie de sombra se robó mi aliento y no pude continuar para subir mi voz y poder gritar: I am alone in this country looking for… el árabe dirigió su mirada sobre mí; me sonrió y su sonrisa me transmitió una tranquilidad inexplicable. Tal vez, él más que cualquiera de ellos comprende lo que es ser colombiano, sentirse perseguido y estar lejos de su país; tal vez, él esté huyendo de una guerra mientras que yo huyo de la mía, aquella que llevo dentro de mí.”
La soledad, la esperanza, a veces el miedo, pero por encima de todas las cosas, la voluntad para luchar y no morir de nostalgia, de desarraigo, son al mismo tiempo las fortalezas y debilidades de cinco mujeres colombianas que se encuentran en un espacio ajeno y que comparten sus historias con el lector de “Y atrás vienen los otros…” de Alba Malaver.
Escrita con pulcritud y en un estilo periodístico-literario, la novela es un retrato singular en el que confluyen distintos rostros de la emigración: una joven periodista, narradora principal, su prima Alexandra, quien la recibe y apoya en el país del norte, una amiga de esta última, quien trabaja en un club nocturno, una asilada política y una maestra. De alguna manera, sus historias se imbrican, y sus vivencias, aunque diferentes, tienen en común, además de las emociones previamente enunciadas, la violencia sufrida y algunos lazos emocionales y pérdidas, incluida la muerte y su posibilidad: “El que se va es como el que se muere”, le dice su madre a Ángela, a pesar de haber sido ella quien la impulsó a emprender el viaje.
¿Cómo perciben el mundo quienes se refugian en las entrañas de ese monstruo que es los Estados Unidos? Un pequeño párrafo podría ilustrarlo: “En mi país, el miedo tiene rostro; aquí vive camuflado, lo siento hasta en el aire que respiro; allá sabía de quién huir, aquí todo son sombras.”
Quizás una de las cualidades más interesantes de la prosa de Malaver estriba en la posibilidad de condensar, en imágenes poéticas, una serie de emociones difíciles de definir, pero capaces de generar una atmósfera incómoda y al mismo tiempo seductora: “flores amarillas brillan en el suelo, en ocasiones oscuras por las sombras de los árboles; se encienden, se apagan, se desvanecen. Mis ojos tratan de no tocarlas, pero es imposible, están por todos lados. Solo escucho el silbido del silencio.” El espacio es también un personaje: el club para hombres, una calle, un departamento, la redacción del periódico donde dos de los personajes trabajan, el café: “Las paredes de ladrillo jugaban a ser ese color que nos pertenece, ese claroscuro que resplandece, ese brillo entonces cálido, entonces pálido, entonces aroma; una combinación entre clavo y canela. Un café elegante, sobrio y delicado”, y dentro de esos espacios el vacío, la añoranza, la zozobra, no ajenas tampoco a la posibilidad del amor, el cual, por desgracia, parece condenado a padecer esa maldición del desapego o la decepción: “Pero ¿quién soy yo para hablar de amor? Las pocas veces que esa palabra ha estado cerca de mí, yo misma la he matado. El amor se ha convertido en profecía, ahora se analiza cada paso con la misma certeza del que mata a sangre fría”.
Cinco mujeres, cinco historias, cinco destinos, una lucha común que es la de miles, decenas de miles de emigrantes que año con año persiguen un sueño o huyen de la violencia y de la miseria en el mundo. Alba Malaver recoge y sintetiza, con hondura humana, esa tragedia, pero también esa esperanza, en unas cuantas páginas, acaso en un enunciado: “Ahora sé que no es solo perseguir un sueño, sino un huir y un abandonar al mismo tiempo. El eco de la voz que prometía éxito tenía razón. He tenido que vaciarme por dentro para encontrarme”.
Günther Petrak Romero
Günther Petrak Romero
Nacido en Puebla, México, en el año 1958, estudió psicología y maestría en Letras Iberoamericanas, además de Economía Social en un diplomado. Tuvo una larga trayectoria laboral de amplio espectro: obrero industrial, motivador de enfermeras (hasta yo), talabartero, capacitador en ventas, guionista de televisión, producción multimedia y catedrático universitario.
Como escritor, comenzó a los 18 años y ha redactado diversos cuentos, ensayos y poemas publicados en diferentes antologías obteniendo menciones honoríficas en concursos mexicanos. Además publicó una novela, tres libros académicos, cuatro de cuentos, incluido uno infantil.
Günter Petrak es un narrador milimétrico, permite a los personajes acercarse con sus descripciones hasta los detalles que otros parecen insignificantes pero que él logra envolver en sus juegos lingüísticos para potenciar una representación casi mágica de los mundos en que viven sus.